Resumen:
El cultivo de la alfalfa (Medicago sativa L.) constituye el forraje más utilizado en la actividad ganadera del país, tanto por los grandes volúmenes que aporta, así como por su excelente calidad nutritiva (Castro,1993).
La alfalfa se encuentra distribuida en las áreas templadas, áridas y semiáridas de México, bajo condiciones de riego; los principales estados productores son: Chihuahua, Hidalgo, Guanajuato, Región Lagunera, Baja California, Durango, Sonora, Coahuila, Puebla, San Luis Potosí, Zacatecas y Jalisco. Para el 2016, se reportó una superficie sembrada de 385,533 hectáreas en promedio, con una producción en verde de 21.6 millones de toneladas y un rendimiento medio anual de 56.4 ton/ha (SIAP, 2016). Sin embargo, a pesar de tales rendimientos y del incremento en la superficie sembrada no se ha podido compensar el déficit que se tiene en cuanto a producción. Hidalgo tiene una superficie cultivada de 47,124 hectáreas, con una producción de 3.3 millones de toneladas, con un rendimiento medio anual de 71.4 ton/ha (SIAP, 2016).
Son varios los factores que influyen para que el rendimiento por unidad de superficie se mantenga por debajo del nivel requerido, siendo uno de los principales, la falta de variedades adaptadas a las diferentes condiciones agroecológicas del país además de la falta de semilla de buena calidad y aspectos fitosanitarios y agronómicos.
En lo que respecta a la producción de semilla certificada, para la sustitución de alfalfares improductivos o establecimiento de nuevas áreas, es importante mencionar que ha sido totalmente deficiente en relación a los requerimientos, los cuales se ubican aproximadamente en 13 mil toneladas al año, con un valor estimado en 660 millones de pesos y considerando que más del 90% de la semilla se importa de Estados Unidos, esto trae como consecuencia una importante fuga de divisas para el país.